Opinión

China wannabe

Yang ZhenZhong, en una de sus obras en su estudio de Shanghai - F.Xepo WS
Yang ZhenZhong, en una de sus obras en su estudio de Shanghai - F.Xepo WS

China reclama su protagonismo. Pero, ¿puede llegar a ser el nuevo líder del arte contemporáneo? Arquitectos, ingenieros y traders, todos emigran a China, pero y si eres artista..., igual, lo mejor es que te quedes en casa.

Dos años y medio de trabajo como gestora cultural en Shanghai, y la suerte de poder comparar su escena artística con las de Nueva York y Venecia, donde también he trabajado, me han servido para hacerme muchas preguntas, comparaciones y obtener algunas conclusiones iniciales.

Tenemos bastante información sobre la calidad y notable trabajo que desarrollan aquellos artistas chinos que consiguen exhibir en el extranjero, pero sabemos muy poco de lo que está sucediendo dentro de sus fronteras. Conocemos la obra de Zhang Huan, Cao Fei, Cai GuoQian, Huang YongPing, Liw Wei, Xu Bin o Yang ZhenZhong, por nombrar solo a algunos de los más conocidos, y también sabemos de la actividad del ahora archiconocido Ai Wei Wei, que consiguió llegar hasta el publico general no especializado gracias, en parte, al régimen chino que lo censura y castiga. De modo que, una vez más, lo que interesa de la noticia es el hecho de la represión más que el puro plano del arte. ¿Qué es lo que obliga a emigrar a los artistas chinos?, ¿no se valora su arte en su país?, ¿les cuesta salir adelante como artistas?, ¿qué tipo de sistema tienen?, ¿está cambiando?

Es difícil concluir nada cuando se trata de China, pero hoy por hoy todo apunta a que va a ser muy difícil superar la notoriedad que consiguió el arte chino en la primera década del siglo XXI, cuando Zhang Xiao Gang o Yue Minjun batieron record de venta en los mercados de arte internacionales y eso fue durante el 2007.

Podemos intuir que si las altas cumbres del gobierno cambiasen de actitud frente al arte contemporáneo y dejasen de limitarlo por considerarlo peligroso para la estabilidad de su pueblo (hubiese libertad de expresión y se aboliese la censura), quizá los artistas chinos encontrasen su esfera de expansión en su propio país, sin tener que llegar a hacer una pintura decorativa para conseguirlo. Quizá también, generaciones futuras con otra perspectiva, informados, conocedores de la historia universal del arte, con posibilidades de viajar y contactar con extranjeros, llegasen a apreciar y potenciar un arte contemporáneo "made in China". Seguramente les interesaría, lo sentirían como una necesidad y descubrirían el modo de encajarlo dentro del propio contexto nacional. Me quedo con la metáfora del video artista Yan Yong Liang : "mientras los europeos cogéis el ascensor y llegáis a la cima descansados y con suficiente tiempo para tomaros un café y pensar, los chinos tenemos que subir por las escaleras, que están rotas y resbaladizas, caemos cuatro pisos y volvemos a empezar. Cuando llegamos a la cima estamos cansados, agotados y sin apenas tiempo para pensar en nada". Esto nos da a entender que el sistema chino se articula de tal forma que mantiene a sus ciudadanos trabajando constantemente, sin tiempo para la reflexión, que es cuando surgen las ideas. Si destacas en los estudios en China, irás a universidades especiales y formarás parte de la cúpula del gobierno, que sin quererlo, consagra un sistema político lampedusiano: cambiar todo para que nada cambie.

Por otro lado, es evidente que al gigante asiático le falta una estructura profesional consolidada, que potencie y reivindique a sus artistas como artífices de un lenguaje contemporáneo propio. Estructuras serias, con una programación de proyectos a largo plazo, insobornables y fieles a una estrategia determinada. Aunque insuficientes, existen algunas excepciones que merece la pena señalar. En la ciudad de Shanghai tenemos el Mingshen Art Museum, dirigido por el artista Tiehai Zhou, y el recién inaugurado Rock Bund Art Museum, que tuvo una preapertura durante los meses de la EXPO 2010. El RAM (Rock Bund Art Museum), que pertenece a un complejo inmobiliario, cuenta con el soporte del grupo Rockefeller y con David Chipperfield como arquitecto. En el breve currículo de este museo figuran eventos comisariados por Cai Guo Qian y Hou Hanru y, también, exposiciones individuales como la de Zhang Huan sobre la figura de Confucio. El M50 (su nombre proviene del lugar que ocupa en el número 50 de la calle Moganshan) es el distrito de galerías de Shanghai. Lo lógico es pensar que goza de un buen nivel, al estar en la ciudad más cosmopolita y más consumista de China, pero no es así. El M50 reúne, en su gran mayoría, a artistas mediocres. Naturalmente existen las excepciones, como son la galería Shanghart, del suizo Lorenz Helbling, que, con más de 15 años de trayectoria, es considerada en la cambiante China como una galería antigua, que ha hecho muchísimo por el arte chino. Destacaría también Other Gallery, la iniciativa privada de un potentado chino que acaba de inaugurar, además, el How Art Museum, cerca del parque tecnológico, en la zona de Pudong. "How Art Museum" en inglés no tiene mucho sentido. Su traducción al español podría ser "¿Cómo museo del arte?". Lo cierto es que cuesta encontrar una traducción adecuada. Por otro lado, las malas traducciones son habituales en China cuando trasladan al inglés expresiones nacionales. Finalmente, Vanguard Gallery es otra de mis galerías preferidas. Es tan pequeña como prometedora

En Pekín, sin embargo, existe un colectivo de artistas menos individualista que el de Shanghai y su distrito de galerías, el 798, reúne a las mejores galerías de China, muchas de ellas extranjeras, como la Galería Continua de Turín. Tenemos también el Ullens Center, fundado por el matrimonio Guy y Myriam Ullens, de nacionalidad belga y grandes coleccionistas de arte contemporáneo chino. Este centro, conocido por el apócope UCCA, es una maravilla por su carácter multidisciplinar. Otra institución notable es el Centro Iberia para el Arte Contemporáneo, que promueve la creación china y reserva un amplio lugar para artistas españoles. Este centro es iniciativa de la Fundación IAC. Su promotor, Gao Ping, reside en España desde el año ochenta y nueve y además del Centro Iberia en Pekín, abrió en 2008 en Madrid la galería Gao Magee, que exhibe arte chino en España. Gao Ping es también el editor de la revista trimestral ''Arte en China'', traducida al español y al inglés.  Es triste comprobar que detrás de muchas de las instituciones mencionadas hay extranjeros, lo que corrobora la falta de un mecanismo profesional genuinamente chino. 

Resulta muy llamativo cómo, a pesar de las restricciones del sistema, los artistas gozan de una libertad interior que no se encuentra en Europa. Este estado liberador viene determinado por la falta de clichés y prejuicios. Las personas dedicadas al arte no sienten la necesidad de adscribirse a ciertas modas o corrientes artísticas hegemónicas, como suele ocurrir en Occidente, donde parece que los artistas están constreñidos a un canon de lo que debe hacerse y lo que no. A pesar de ello no estaría de más que los artistas del mayor país asiático contasen con una crítica sería, independiente y rigurosa que valorase su obra, tal como ocurre en la mayor parte de lo que llamamos Occidente. 

La soltura y espontaneidad que tienen los artistas chinos ha motivado una pluralidad de estilos. Acceden y mezclan cualquier tipo de tradición, las propias y  las derivadas en su gran mayoría de Occidente, algo inevitable. Todo es nuevo a sus ojos y por lo tanto todo es posible. Esto queda reflejado con claridad en el arte de los años ochenta que, por otro lado, se considera el arranque de la modernidad local.

Dentro de los límites de la censura surge el arte moderno chino, que de una manera más contundente se manifiesta durante los años noventa. En esta década se pone de moda el realismo cínico de la mano de Zhou Xiaohu o Fang Lijung, figuras claves del movimiento que consigue pronunciarse sobre temas peliagudos con enorme ironía. Por otro lado, hay que referirse al "agitprop" (arte de agitación y propaganda), termino que parece estar volviendo a adquirir vigencia al menos en Estados Unidos y en el Reino Unido. El ejemplo más obvio es Wuang Guanyi, con sus carteles inspirados en el social realismo pero al servicio esta vez de un oxímoron: el social capitalismo.

Algo genuino en todos los artistas contemporáneos chinos es el componente autodidacta, que varía según la generación a la que pertenecen y el medio de expresión al que se dedican.  Pero en esto radica en parte su originalidad e imprime cierto carácter y cierta fuerza a sus obras. El artista sonoro Yin Yi ha creado su propio espacio de experimentación, aunque desgraciadamente muy pocos lo conocen y apenas cuenta con un público que le siga. Su formación ha sido a través de internet. Ha aprendido cómo utilizar programas y sistemas informáticos valiéndose de traductores online inglés-chino. Yin Yi mezcla maravillosamente sonidos tradicionales chinos utilizando los últimos avances tecnológicos.

Una propuesta original, a día de hoy, es la de uno de los primeros y escasos performers chinos. Me refiero a Xu Zhen, que abandona su carrera en solitario para continuar como colectivo, el colectivo "Madein". Los participantes de este colectivo fichan por sus horas de trabajo, como si de una fábrica se tratase. Acaban de exhibir hace apenas unos meses en la Galería Shanghart, con una exposición conceptual en torno a la idea de la perpetuidad. Sus prácticas son difíciles de entender para una mentalidad occidental.

Hablando de trabajo colectivo y a pesar de los factores negativos antes mencionados, como la censura o la falta de una estructura profesional, se pueden seguir enumerando excepciones notables; entre ellas la buenísima iniciativa de TOP events, consistente en una serie de eventos culturales y exposiciones que tienen lugar en un edificio abandonado del nuevo distrito artístico de Shanghai, al otro lado del río, en la ya citada zona de Pudong. Este distrito lo ocupan tres galerías y el resto son estudios de artistas. Sus inquilinos se ponen de acuerdo con otros colegas para, con muy poco presupuesto, llenar el edificio de ideas interesantes y dar oportunidades a los más jóvenes.

En definitiva, creo que no deberíamos perder de vista la evolución del arte chino. Ingleses y americanos ya se han dado cuenta de ello, quizá en España empecemos a mirar más allá de Latinoamérica, algún día. Por Violeta Janeiro Alfageme.

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