La génesis de Moonlight reside en una realidad cotidiana, doméstica, aparentemente mundana, que Candelaria, con una habilidad única, logra transformar. Se trata de encontrar un momento preciso, un matiz muy específico de luz y un acercamiento de ciertos objetos que, iluminados y colocados adecuadamente, tomarán una vida propia. Podríamos muy bien estar viendo la epifanía mencionada por Arthur Danto, lugares comunes que se convierten en arte. El ojo y la mano del artista realizan ese acto artístico que saca la poesía de una silla, de una planta trepadora, de un muro. De repente, los lugares cotidianos ya no son banales, las pequeñas vueltas a lo grande, la tontería trascienden sus propios límites y estamos abrumados por todo lo que es común. La magia irrumpe en la escena. Pero no seamos tan crédulos; lo que se imprime en papel es el resultado de un proceso conceptual, controlado y de una serie...de estrategias y acciones ejecutadas para construir un paisaje imaginario. Y es justo allí -en el espacio entre- que nos topamos con el mantra del artista: Ponga la emoción de lado para evaluar y medir; poder ver, escudriñar. El primer movimiento es un sentimiento intestino, pero entonces, el acto transformador es controlado y teleológico.
El resultado es otra versión de lo real. El resultado es el arte.
Entrada actualizada el el 02 oct de 2017
¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?
