“El lenguaje no es una simple lista de objetos distintos a añadir, cuya suma total equivale al mundo. Por el contrario, tal como aparece en el diccionario, el lenguaje es un organismo infinitamente complejo, cuyos elementos – células y tendones, corpúsculos y huesos, dedos y fluidos – están presentes en el mundo de forma simultánea y ninguno de ellos puede existir por sí solo; pues cada palabra es definida por otras, lo que implica que penetrar en cualquier parte del lenguaje es penetrar en su totalidad (…) El lenguaje no es equivalente a la verdad; es nuestro modo de existir en el mundo”. Paul Auster en La invención de la soledad
“En cada acto de lectura “late el deseo de escribir un libro en respuesta”; y puede que el deseo no sea tan épico como un libro, solo un párrafo sería suficiente. Esta relación lector-escritor nos hace pensar en los planteamientos...– al respecto de dicha relación – de Steiner y Barthes: mirar lleva a leer, leer a escribir, y escribir a mirar de nuevo. Más que causa o efecto, se describiría un círculo, un “bucle” de acciones que se retroalimentan”. Natalia Gutiérrez en Mirar, leer, escribir
¿Cómo empezar a decir cosas que de alguna manera ya están dichas?. ¿Cómo construir un texto cuando esta exposición no hace más que destruirlos y fragmentarlos?. Supongo que simplemente se trata de un acto de insistencia, de poner en orden ideas que han estado zumbando el espacio imaginario de este proyecto. Advierto entonces que estas líneas son un experimento con el que espero no apabullar a ese lector desprevenido que ahora lee y que en consecuencia debería encontrar una conexión entre lo que acá se está diciendo y lo que está viendo en la galería o ya ha visto. Inicio así mi travesía de escritura remontándome al origen de esta apuesta curatorial: se me ocurrió que el trabajo de Daniela Serna (Medellín, 1991) y Daniel Salamanca (Bogotá, 1983) podrían confluir en una suerte de ficción donde el se sometiera a cierto tipo de desajustes y proveer así formas a ideas y conceptos que aparecían en sus producciones artísticas previas. Con esa matriz, comencé un diálogo con ambos artistas y descubrí que en el caso de Salamanca su relación con el lenguaje estaba atravesada por su ejercicio de escritura y por los procesos de su obra pictórica; en el caso de Serna, sobre todo por una reflexión crítica acerca del acto de leer. Esas premisas provocaron intercambios que fueron configurando un aparato de referentes y disertaciones sobre asuntos que tenían que ver con el uso y las significaciones de las palabras y el sistema (lenguaje) en el que éstas cobran sentido como signos y ¿sujetos? que referencian el mundo.
“Articulé, no sin un temblor” resulta además, en el marco de mis prácticas como escritora y curadora, el primer producto expositivo en el que pongo en juego – en complicidad con los artistas y sus obras – algunas de las ideas que he venido estudiando a profundidad sobre “el montaje como metodología y lenguaje2 en los procesos del pensar y del hacer”. Hemos reducido el entendimiento del montaje a su sentido puramente físico y nos hemos olvidado de su potencial como método en el momento abstracto que implica el meditar y/o conceptualizar, y que tiene su tiempo-espacio previo o simultáneamente al de la materialización. Tanto su acepción física como esa abstracta a la que me refiero cobran presencia en las obras de Salamanca y Serna que acá se exhiben y que fueron constituidas a partir de fragmentos de textos, de decodificaciones y desarreglos aleatorios del lenguaje mismo. Las obras de Serna y Salamanca pueden ser pensadas como máquinas (tecnologías) de pensamiento que están proponiendo otras maneras de lectura y de escritura, son objetos estéticos que nos revelan la vulnerabilidad del lenguaje como un sistema que es posible de trastocar, pero imposible de designificar en un sentido determinante o total: pues solo en la medida en que somos capaces de interpretar los códigos del lenguaje podemos instaurar esas “otras formas” con esos mismos códigos. Aparece de fondo aquí una idea de collage donde la yuxtaposición de planos resignifica pero no anula la totalidad del valor de cada uno de los pedazos (signos) que lo constituyen, es un montaje hecho de susurros (potentes) y configura una narrativa (no lineal, más bien circular e infinita) a partir de la que emerge una imagen multivocal (como lo señala Rosalind Krauss en Los Papeles de Picasso) ó cacofónica incluso, si se me permite el uso de esta categoría sonora. Planteamientos que no son ajenos a la naturaleza de las pinturas, objetos e instalaciones que crean el armazón, la articulación (sí, temblorosa) de esta propuesta artística.
En este entramado de ideas, también surge en la exposición la referencia a varios escritores y teóricos que han sido importantes en los procedimientos creativos de los artistas y que revela su condición de lectores y de buscadores de ideas a través de sus lecturas. Autores con un carácter visionario, estudiosos del tiempo como concepto y/o filósofos de sus propias existencias; son presentados a través de sus letras como personajes no ajenos a sus micromundos (a sus intimidades tan particulares), capaces de decir cosas indecibles en sus propios tiempos y ante todo, conocedores de la rigurosidad del lenguaje y también de sus posibles perversiones. Fragmentos de textos textos de Virginia Woolf, Jorge L. Borges, Clarice Lispector, Gabriel García Márquez, Patti Smith, Roberto Bolaño, Georges Perec, entre otros; coexisten como un entrelíneas en la exposición. Con esta y otras estrategias, tanto Serna como Salamanca ponen en entredicho el poder de la escritura y de sus discursos, lo desmitifican y lo burlan con estrategias distintas, Salamanca incluso construye su retórica visual a partir del horóscopo y sus manierismos; Serna, por su parte, destituye al libro como un todo y remueve el sentido secuencial de la línea que posibilita leer en el sentido más estricto que encarna esta acción.
Para concluir la hazaña de este texto apenas evocador, manifiesto que sería injusto no evidenciar que las formas del lenguaje cinematográfico intervinieron en el desarrollo discursivo de esta iniciativa curatorial, apuestas de diferentes directores3 resonaron en medio de las discusiones sobre el oficio del escritor y el lugar del lector-espectador contemporáneo como intérprete y traductor; por supuesto, también tuvo injerencia en la cuota de ficción que contiene el proyecto. “Articulé, no sin un temblor” es un montaje expositivo (y me disculpan la obviedad y la redundancia) que reanima otros montajes: imágenes sugestivas, creaciones que insinúan otras formas de existencia de la lectura, dispositivos posibles para revisar al lenguaje como instrumento cultural, pedazos de libros leídos al azar, ociosidades creativas de los artistas, etc. Y – hay que confesarlo – es sobre todo y a la final, un acto consciente del espacio que ocupan las palabras en las prácticas cotidianas (minúsculas) y esas otras del hacer de quienes estuvimos inmiscuidos en esta sucesión, en este encadenamiento (jamás lineal, más bien caótico) de ideas y materializaciones.
Érika Martínez cuervo
Curadora
Entrada actualizada el el 25 ago de 2017
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